Habitación
  • A  A  A  A  

Desde la habitación del cielo

Se consume ya la última luz que guardaba de tus recuerdos y todo parece apagarse a mi alrededor. Desde la habitación del cielo, desde donde mejor solemos comunicarnos, te mando millones de besos que se funden en deseos de encontrarte en algún lugar para poder decirte al oído que mis ojos no olvidan a los tuyos. Se quema la última mecha y una balsa de cera consume los últimos recuerdos de aquel año, que no sé porqué, parece terminar hoy. Mis dientes, instintivamente vuelven a aprisionar la falange media de mi anular izquierdo y las secuencias se abalanzan en mi mente. Hoy no he podido quedarme inmóvil, sentía temor, no quería que me vieses llorar otra vez. Hoy te he llevado dos, las dos blancas, para que tú, y solo tú, las pintes del color que más te guste.

La columna vertical tiembla dando sus últimos alientos y parece condenada a fundirse en sus propios posos como cuando un pueblo se sumerge en el fondo de un pantano, y luego, de vez en cuando, vuelve a asomarse para mostrar su esplendor. Momentos inolvidables, sonrisas irremplazables, mensajes, comprensión, cariño y sobre todo respeto.

Termina de arder y se aceleran los flashes de tu imagen; recuerdo que eras la única que sabía hacer sonreír a su propia sombra y ahora vago en el día y la noche buscando muestras de tu compañía. Yo que hubiese querido dedicarte tantas cosas, ahora ya solo puedo dedicarte estas líneas, que aún no siendo gran cosa, sabes tú bien que son el testigo de un amigo que jamás olvidará a quien le mostró la senda que serpentea por el jardín más bello de la vida.

Se acompasa la música del último baile, y el resplandor, que es cada vez menos intenso, se resiste a dejar de alumbrarnos; la vieja cera se regenera en el fondo de la vasija de cristal y nuestro tiempo se prolonga más allá de lo esperado. Sé que nada cambiará ya este momento, pero aún así debo recordarte porque solo así descubriré el verdadero sentido de un sentir que va más allá de cualquier horizonte, incluso aquí, en la habitación del cielo, donde todo lo vivido se convierte en el patrón que teje cada sensación, cada segundo de ilusión.

A penas asoma ya la llama, pero se resiste a apagarse, parece como si necesitase oír de mis labios algo que se quedó entredicho. Bien podría esperar un poco más ahora que todo ya ha terminado, pero siento que no seré yo sino tú, quien muy pronto me mostrarás el color de tu paleta con el que pintarás esas rosas que tienes a tu vera.

Desde aquí, desde la habitación del cielo, desde el azul cómplice que me devuelve guiños y armoniza este momento al ritmo de compases celtas que parecen tañir en las páginas de la historia, como si este clima que parece terminar fuese simplemente el valor más grande de nuestro legado, de nuestro tesoro. Me siento hoy capitán de un velero que observa el ingenio de los pececillos en busca de la corriente y que luego le permita iniciar rumbo hacia otro lugar donde una nueva luz complete el crisol de un celeste encuentro entre dos almas que se quieren, entre dos cuerpos que se quieren.

Se apaga. Se arruga para dentro. Ya casi no arde. Se acelera la oscuridad, ya no le teme al viento. Se hace más fuerte, pero se debilita en esplendor. Yo sigo a tu lado, pero el momento se desvanece; te quiero dar todo lo que soy, te quiero dedicar todo lo que seré. Sé que estarás ahí, mirándome, escribiéndome, escuchándome, sonriéndome… ¡No te apagues todavía! ¡No quiero perderte! ¡Solo escúchame, estoy seguro que puedes escuchar mis latidos, yo creo estar escuchando los tuyos!

Unos segundos más, se consume aún en el fondo, pierde su esplendor pero me resisto a cambiar las imágenes de mi retina. Sigues estando ahí, a mi lado, donde la noche y la brisa conjugan aromas de rosas junto a la fuente. Mis manos aún acarician tu pelo brillante; los dos estamos tumbados en mis sueños, mirando hacia arriba, observando el laberinto de estrellas, cada uno recorriendo su camino. “El primero que llegue vuelve a por el otro”, como en los buenos tiempos, cuando aún siendo dos éramos mucho más.

Largos tallos sin espinas, y coronando el momento, pétalos blancos y rojos haciendo un sitio a dos rosas blancas cuando se apaga la luz que te recuerda en la habitación del cielo, aquí donde lo real y lo irreal comulgan de los mismos sentimientos.

Un suspiro más. Sigues inmóvil. Te miro. Te escucho. ¡No me abandones! ¡Te necesito! ¡Por favor, no te apagues, sigue dándome luz!

Siento tu calor en mis manos, el cristal está ardiendo, son unos minutos más, no quieres marcharte y yo sigo aferrado a ti. El calor es todavía intenso aún cuando la llama se ha vestido con su columna de humo, justo ahora, en su ausencia, mientras mis manos se funden en él. El proceso exotérmico está terminando, la energía se disipa, ahora todo tu calor está ya dentro de mi cuerpo y por momentos intuyo que ahora dejaré de viajar en soledad.

© Chimi, 16/06/2006.

Rosas

  • FOTOS:
  • LORDÁN, M.A.
  • PUBLICACIÓN:
  • CHIMI. Desde la habitación del cielo. (2006, 16 de junio). El rincón de los famosos.
Atrás

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *