Menopáusica televisión
DIARIO DEL ALTOARAGÓN. (1997, 28 de marzo)

40 años de televisión en España

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Para nuestros mayores parece que fue ayer, sin embargo han pasado ya cuarenta años desde que las primeras señales televisivas llevaron la ilusión en blanco y negro, pero eso si, ilusión, a los hogares de los españoles. La siguiente generación llegó con nosotros y con el nacimiento de la segunda cadena, cuando tan sólo emitía a partir de las siete de la tarde. Los hubo aún más afortunados, los que cuando hicieron su Primera Comunión veían ya La cometa blanca o Barrio Sésamo con todo su colorido, descubriendo así que Triqui, el monstruo de las galletas era de color azul, y que Epi y Blas no lucían camisetas de rayas negras y grises. No tardaron en espabilar los que creyeron que la imagen de las 625 líneas podía llegar a ser el negocio del siglo XX, así que el vídeo y las cámaras domésticas tomaron protagonismo en la congelación de nuestros singulares momentos históricos. Pero la madeja que se iba tejiendo todavía tenía más ambición, llegaban las autonómicas, aunque eso sí, precedidas todas ellas de una gran potencia que sabía hacer una buena programación y entendía de la pela, TV3. Luego abrieron los ojos los que un día trabajaron en las públicas: Tele-5 y Antena-3, para que más tarde la «Rumasa» de los medios de comunicación, el «Grupo PRISA» del Sr. Polanco, nos obligase a pagar o a volvernos gilipollas cuando la imagen se volvía otra vez en blanco y negro y ni los chinos con gafas de culo vaso eran capaces de reordenar el baile de rayas que enfermaba nuestras retinas. Mientras tanto, en la modestia de los que amaban lo suyo, la evolución continuaba a nivel local, ejemplos de ello en nuestra provincia tuvimos varios, como el de la fracasada Televisión Fragatina o el de la ya veterana TeleBiner, en la tan discutida capital literana.

El satélite, gran invento, Canal Internacional, Canal Arte, Canal Deportivo… La televisión de la polémica, la futura televisión por cable, la aprobación de un sin fin de nuevas licencias… dicen que pronto tendremos en España hasta más de cincuenta cadenas, la pregunta es obvia: ¿para qué?

 

28/10/1956 Jesús Suevas director de RTVE en la primera emisión de televisión en España
28/10/1956 Jesús Suevas director de RTVE en la primera emisión de televisión en España

De la moviola a la repetición íntegra y a medio plazo de programas y series, como Verano Azul, el detective Koyac y su «chupapchus», Colombo y su gabardina, o los más recientes como El Equipo-A y sus inventos del TBO o el de la cinta aislante que tiene un nombre que suena algo así «Mc. Guiver». Había que emitir por las noches y hacerlo rentable sin volver a gastar un duro, así que a trepetir las películas de Pajares, Esteso y Ozores, las de José Luis López Vázquez y las baratijas de restos de almacén que italianos, franceses y más tarde los fracasados del «Jolibut» ese, tenían amontonadas en estanterías por donde ya no pasaban ni las alimañas.

Las antenas comenzaban a sangrar en su segunda juventud, había que ser creativos y conseguir dar de comer a todos no era fácil, así que lo mejor era reponer espacios como: Un, Dos, Tres. Responda otra vez, nueva edición de El Precio Justo y los contagios plagiantes del bandolero Curro Jiménez. Pero la cosa no mejoraba, así que hubo a quien se le ocurrió viajar a los países de la América más pobre en busca de un médico que pudiese salvar la salud de nuestra televisión, sin embargo no hubo suerte, el tal médico era veterinario y del potaje salió el culebrón. En la receta expedida por el facultativo ponía: «suministrar una vez al día y si no se observa intoxicación también después del desayuno, comida y cena durante dos años ininterrumpidos», y aún añadió aquel sabio doctor: «cuando se le acabe la caja, tranquilo, le daremos otra.»

 

La cosa volvía a ir bien porque todavía manchaba, pero cuando se produjeron las primeras faltas hubo que apostar por las series de señores y señoras de color negro, sustituyendo así a las de los de color blanco, «que nadie lo tome por racismo pero las pondremos mientras nosotros comemos», dijo un sabio empresario; y cuando se acabó la colección se les ocurrió la brillante idea de no seguir gastando, «mejor repetir, mientras lo sigan digiriendo». Al mismo tiempo, otros se empeñaban en que no nos riésemos, y la verdad es que lo llegaron a conseguir, al final ya no se reía nadie, pero aún faltaban los que hacían varias fiestas cada día y decidieron también contar los mismos chistes.

«Habrá que trabajar», dijo otro gran sabio, así que montaron una gasolinera y una farmacia mejorando de este modo las ofertas presentes, y como la cosa iba bien, montaron el mercado, mandaron a dos hermanos a vivir juntos y buscaron unos canguros mientras se ocupaban del gran negocio de taxis que hacían dos carreras seguidas, primero la de hoy y luego la de hace dos meses, y así, y siguiendo con la inercia del funcionamiento del país, hasta los ladrones llegaron a ir a la oficina. Pero la competencia que no era tonta, después del taller mecánico montó un hostal y los que sólo cantaban y bailaban en las plazas del pueblo se amoldaron y buscaron un médico para la familia de ancianos a la que daban cobijo, y luego, con eso de las modas divorciaron a tres padres de familia y los metieron en un piso. Y claro, dar de comer a tanta gente se hacía complicado, así que en vez de una taza de anuncios cada veinticinco minutos, el sabio dijo: «mejor será dar veinticinco tazas por minuto, y aunque repitamos las comidas da igual mientras traguen», así que todo el mundo a comer chorizo, huevos duros, ajos y cebollas.

 

La cosa continuaba bien, pero la revolución de las braguitas con alas tenía que dar más de si y una mañana, cuando alguien puso los pies en el suelo exclamó: «¡No se cómo arreglar esto!». Así, que fue corriendo hasta el cuarto de baño, cogió el móvil que hay junto al toallero y marcó el número de su jefe y le dijo: «creo que estoy menopáusica». Y su jefe contestó: «Claro, cómo no se me había ocurrido. Hay que acabar de explotar esto con lo más barato del siglo», y así halló la fórmula. De todo aquello que parecía el fin de la menstruación nació en unos meses un bebé que no se sabía donde estaba, luego todos se pusieron a buscarlo y cuando lo encontraron hicieron el veredicto de los presuntos, salieron a repartir amor después de encontrar la media naranja, nos sorprendieron después de cuarenta años, nos dieron las gracias, nos hicieron cruzar el efecto del río F, nos dejaron sin saber lo que nos decían al medio día, nos llevaron a las bodas de los ricos, nos mostraron el falso corazón y el culo de las familias reales, nos pusieron al día de los problemas sociales clonados en hombres y mujeres, e incluso hasta los que siempre llegaban tarde, se pusieron a repartir rosas diciendo aquello de que «nunca es tarde». Pero el viejo truco de las tragedias y lo absurdo todavía no había terminado, así que para antes de los espacios informativos decidieron guardarnos el reportaje del tío José, que cuando volvió del huerto mató a su mujer porque le había comprado unos zapatos de color lechuga, o la historia de Antonia, madre de seis hijos, que hicieron la mili en el mismo cuartel donde lo había hecho su abuelo, al que le había tocado una quiniela de doce en el año setenta y tres.

Pero la tregua no llegaba y paralelamente a los Bosnios, Serbios y Croatas, llegó la guerra del fútbol, unos que yo estaba primero, otros que yo también lo había visto, los otros que también querían sacar tajada y los que siempre llegan tarde, que ya no les quedaba pastel.

Seamos críticos, la caja tonta está ya menopáusica y podemos asegurar que de seguir así ni la fecundación in-vitro por cable va a garantizar una descendencia viable. Recemos porque lo que desgraciadamente está asentando los valores del absurdo a las nuevas generaciones, expire antes de llegar a su jubilación anticipada. Televisión así, ¿para qué?.

  • FOTOS y VÍDEOS:
  • TVE y YOUTUBE
  • PUBLICACIÓN:
  • LORDAN, M.A. Menopáusica televisión. (1997, 28 de marzo). Diario del AltoAragón. Espectáculos, pp. 34.
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