Los Secretos por primera vez sin Enrique en Zaragoza
ZARAGOZA.- Los más de tres cuartos de siglo de paredes rojas del Oasis de Zaragoza se olvidaron de las cabareteras para dejar paso a la mejor banda de Pop-Rock español de los últimos veinte años.
Tras la aparición en escena del grupo telonero La Tercera República, y la rotura de dos cuerdas de guitarra, el escenario se volvió a convertir en un correteo de técnicos que advertían, en la penumbra de los focos de color, que algo grande estaba por llegar. El público se tomó más en serio el ocupar posiciones, todo estaba preparado… Se adivinaban las primeras siluetas, y forjado en su camisa blanca apareció Álvaro Urquijo, quien saludó con un, aún tímido, «Buenas noches Zaragoza».
Primeros acordes secretistas de la noche y… «He muerto y he resucitado…» Carne de gallina se nos puso a todos, excepto a la pareja que me tocó inmediatamente delante, que estaban más preocupados de darse el lote que de todo lo que allí ocurría; entretanto, y con la mirada escoltada entre en los huecos de cabezas que quedaban, a expensas de los eclipses provocados por la citada pareja, se completaba la banda sobre el escenario, con Ramón, Jesús, Santiago y Juanjo.
La noche iba cogiendo el brillo y esplendor que todos habíamos ido a buscar, y Álvaro advirtió que la gira iba dedicada a dos, uno era su hermano Enrique, y el otro, por muy típico que pareciera, «vosotros, el público que nos apoya». Hasta ahí, y para los que sentimos cariño a la banda y a su música, satisfacción.
Luego le llegó el turno a José María Granados, «el quinto secreto» como así le bautizó Álvaro. «Otra tarde», aunque esa, os aseguro que fue muy distinta a las anteriores, la comunicación mutua entre los de arriba y los de abajo estaba latente. Más Secretos y una gran revelación para los que no le conocíamos; bajo su aspecto inocente y vulgar, apareció Juan de Dios, un joven gallego al que Álvaro nos presentó diciendo que se había ganado el estar allí por su apoyo al grupo y por haberse aprendido todas las canciones de Los Secretos. Pero claro, los acordes sonaron y fue entonces cuando realmente supimos porque él, y no otro, estaba sobre el escenario. «Volver a ser un niño» fue como volver a oír a Álvaro y Enrique juntos; Juan de Dios bordó en el recuerdo la voz rasgada de Enrique, algo que sirvió para arrancar al público unos aplausos acompasados que no se demoraron más allá de la primer estrofa. Al término de la canción, rápidamente pedimos otra antes de que se fuese, y Álvaro le dijo que se quedase delante del micro, pues así se lo había ganado.
Entretanto, Jesús y Ramón, creo que también se emocionaron, y más al oír los coros de los que estábamos abajo con el: «Enrique, Enrique».
Al poco, fue otro Enrique, Búmbury, quien en este caso salió a la palestra, por cierto, interpretando «Quiero beber hasta perder el control», pero muy a su estilo, con gafas de sol colgando de su camisa y con unos movimientos que parecían más propios de alguien que se lamentase de un estómago que estuviese siendo devorado por pirañas. No gustó a todos, pero el gesto merecía la pena ser apoyado en una noche tan especial.
El concierto avanzaba y Los Secretos dejaban de ser tales, sus canciones eran de sobras conocidas por todos, y los tenores y barítonos se daban libertad tanto desde los balcones del piso de arriba, como desde las faldas del escenario, e incluso desde la orilla de la barra. De paseos por «La calle del olvido» y «Por el bulevar de los sueños rotos», con anécdotas incluidas de Álvaro, y de las cuales nos hizo partícipes sobre las curiosidades vividas con su hermano Enrique, para así llegar hasta canciones como «Te he echado de menos» fruto del sentimiento de ausencia que dejó Enrique en sus compañeros al faltar ya en las sesiones de la grabación del disco.
La «Margarita» se iba deshojando y entre los mejores pétalos salieron los Amaral. Juan, con gorro veis y guitarra, y Eva, delante del micro conjuntada en rojo y derrochando belleza y juventud. Para muchos, la «Buena chica» de la noche, la inocencia personificada de alguien que se está ganando un merecido puesto, allí, donde los grandes de la música tienen cabida, nuestro corazón. ¡Bravo por Amaral!
José María Granados sería requerido otra vez por Álvaro, y quizá, la más efusiva de la noche, «Nada más», que motivó el estallido de los presentes. Atrás quedaba «El hotel del amor» y tantas otras, por delante nos esperaba el clásico «Déjame», que sirvió para que todos, excepto Bumbury -que se perdió la fiesta-, regresaran al escenario para disfrutar del himno de Los Secretos, eso sí, en un tono desenfadado, y con un Juan de Dios haciendo reverencias a todo el grupo, en especial a Álvaro.
Púa al público, toalla al aire, adiós… y volvemos otra vez.
La guitarra volvió a sangrar con «Ojos de gata» y Álvaro, miró al cielo, algo que todos entendimos y correspondimos con un largo aplauso; y allí, en esta ocasión, no «en un pueblo con mar…», sino en uno con un río Ebro crecido, y después de una tarde lluviosa, volvimos a corear varias tandas más de canciones; permítome decir «nuestras canciones», porque al fin y al cabo, también forman ya parte de nuestra vida y de nuestros recuerdos.
Coros de: «Urquijo, Urquijo», acompañaron a los bises de un selecto repertorio en el que no faltó ni nuestra «Amiga mala suerte», que por supuesto adivinas, era la falta de presencia física de Enrique, pero de lo que sí estamos seguros es de que él no se perdió el concierto, ya que seguirá vivo mientras nosotros respetemos y sigamos entonando sus canciones.
Para terminar llegó el bautizado por Álvaro, «Experimento Alfa», un colofón a capela y con timbre vocal al que Ramón se encargó de arrancar los primeros acordes de «Sobre un vidrio mojado», al final, el público, los amigos que estábamos abajo fuimos los que terminamos el experimento y les dijimos a nuestros Secretos que su música es para nosotros una herramienta de vida.
Para cerrar la crónica, y al estilo del lujo de Ramón tocando por detrás de la cabeza, pero consciente de donde tengo los pies, solo una pequeña respuesta a quien un día me acusó de utilizar la música de Los Secretos como «música de castigo»; pues bien, mi respuesta no es ni mejor ni peor, pero es mía: «A mí, la música de Los Secretos me ayuda, y me hace sentir bien, quizá porque yo siento en demasía las cosas, quizá porque mis valores todavía son los mismos que cuando era niño, y por el momento quiero seguir soñando y viendo la vida pasar hasta que alguien me tienda la mano que me ayude y me sepa corresponder con el cariño que le pido a esta vida. Y si ese día no llega, no importa, seguiré teniendo ayuda en la música de Los Urquijo y me consolaré pensando que «Todo ha sido un sueño», pero un sueño bonito.
Track 1 – Déjame
Los Secretos con: Nacho Campillo, Luz, Cómplices, Antonio Vega, Celtas Cortos, Carlos Goñi, Mikel Erentxun, Miguel Ríos, Cristina Lliso, Javier Álvarez, Pau Donés, Carlos Tarque, Ariel Rot, José María Granados, Javier Urquijo, Manolo Tena, David Summers.
- FOTOS:
- LOS SECRETOS
- PUBLICACIÓN:
- LORDAN, M.A. Secretos en el Oasis. (2001, 9 de marzo). El rincón de los famosos. Yo escribo. Espectáculos.
- ENLACE RELACIONADO:
- www.los-secretos.com
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