Sijena: El feudo del siglo XXI
DIARIO DEL ALTOARAGÓN. (2001, 21 de julio)
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Expiraban las últimas décadas del siglo XII , y a pasos agigantados avanzaba la reconquista del país a cargo de las órdenes militares, declaradas herederas del reino de Alfonso I. En medio de tal desconcierto los Templarios y Sanjuanistas se convirtieron en las fuerzas auxiliares de los monarcas. Pero tras las conquistas de los ejércitos cristianos quedó un terreno inmenso completamente arrasado. Ante tal caos, y ante la necesidad de crear riquezas y cultura, la experiencia de los monarcas apuntaló la idea de fundar Monasterios como único recurso para recuperar la armonía de los lugares devastados. De este modo, en aquella época surgieron zonas de gran influencia a raíz de la fundación de grandes Monasterios como el de Veruela, Rueda, Poblet o el mismo Monasterio de Santa María de Sijena.

Las traslaciones milagrosas de la Virgen de Sijena, en 1182, legaron a oídos de la Reina Doña Sancha, quien adquirió en 1184 las iglesias de Sijena y Sena, e inició el proceso de construcción del Monasterio. En 1188, la Reina consideró que su fundación ya estaba en condiciones de ser habitada, y según indican los cronistas del Monasterio, el cenobio se inauguró el 23 de abril de dicho año.

La primera comunidad de religiosas estaba formada por doce religiosas de la Orden del Hospital, que procedían de las casas más importantes de Aragón, además de una hija de los Reyes, la Infanta Dulcia. ¿Quién sabe si ya era costumbre entonces destinar un porcentaje de la partida presupuestaria de la obra a otros bienes de interés social? Pero lo cierto es que la Reina ordenó también la traslación del pueblo antiguo de Sijena a una colina inmediata cambiando su nombre por el de Vilanova, hoy llamada Villanueva de Sijena. Según cita el académico de la historia Mariano de Pano: «Sijena tenía 36 vecinos que, a costa de la Reina, tuvieron nuevas viviendas mejor situadas y bastante más higiénicas que las que dejaron» (La Santa Reina Doña Sancha, 1944).

A lo largo de la historia los nobles se convertían en donados de Sijena y eran enterrados en él, de este modo, el Monasterio incrementaba su riqueza con donativos en metálico o en especie, así como el propósito de consagración.

Sin embargo, los años y las culturas más recientes desmerecieron la labor de la comunidad de religiosas que daban raciones y socorro a los pobres. Los dos últimos siglos fueron el Calvario del Monasterio, los franceses tras la rendición en Zaragoza, los nuevos decretos de despojo del Gobierno Español, los movimientos revolucionarios, el decreto de venta de los bienes raíces de las Comunidades con la incautación de los montes, valles y huertas de Sijena -1836-, la compra del Monasterio y todas sus posesiones en 1840, por la friolera, en aquellos días, de 1250 pesetas. Durante el siglo XIX, Sijena se salvó de las llamas en varias ocasiones, pero al llegar a 1936 el Cenobio de Doña Sancha ya no pudo con la Guerra Civil Española. En los años sucesivos las religiosas de Sijena volvieron a recuperar el espíritu, pero ya nadie pudo levantar la gran parte del inmueble que pereció con la riqueza generacional que encerraba entre sus piedras de arena. A esto siguió la venta de tierras, las arduas e imposibles labores de reconstrucción, el alquiler del Monasterio a varias congregaciones de religiosas, la extraña oleada política con motivo del octavo centenario y la celebración del Día de Aragón en 1988, los compromisos y consorcios económicos, y uno de los últimos capítulos conocido por todos, el referente al cambio de diócesis, el expolio de bienes y las labores de recuperación de éstos. ¿Y qué decir, de aquellos primeros 36 vecinos de la Villa-Nueva de Sijena, que ahora ronda los 500 habitantes? Los agricultores siguieron cultivando las tierras, apacentando el ganado y aprendiendo nuevas técnicas de cultivo.

Llegaron incluso a convertirse en propietarios, y por supuesto, no se mantuvieron al margen de la Revolución Industrial, mejorando sus útiles de labor hasta cambiar los bueyes y las mulas por sofisticados tractores y maquinaria agrícola dotada de ordenadores y GPS.

El final del siglo XX se despide con una cesión gratuita de terrenos de los agricultores de Villanueva para que las nuevas inquilinas de Sijena pudiesen disfrutar del agua potable del municipio. Así mismo, los compromisos de restauración recuperan parte del templo y otras dependencias derruidas, y por su parte, las monjas, edifican una veintena de «celdas de soledad» dentro del recinto declarado Monumento Histórico-Artístico por el Ministerio de Cultura en 1923, al tiempo que inician además una campaña de compra de fincas.

Pero el siglo XXI todavía nos deparaba alguna sorpresa, una resolución del Gobierno de Aragón, publicada en el BOA del 25 de junio de 2001, por la que según la Ley 3/1999 de 10 de marzo y sobre el Patrimonio Cultural Aragonés, se procede a incoar procedimiento para la delimitación del entorno del Real Monasterio de Santa María de Sijena, declarado Bien de Interés Cultural. Acto seguido, el 14 de junio, y mediante una circular con un listado en el que hay numerosos errores, el Ayuntamiento de la Villa convoca a los supuestos afectados y se desata una tensa discusión. El informe técnico elaborado por Patrimonio Cultural, acogido al artículo 21 de la citada Ley de Patrimonio Cultural, afectaría a unas 175 fincas y casi 100 hectáreas de terreno de cultivo. De este modo la delimitación del entorno conlleva a un régimen de protección que no permite alineaciones nuevas, alteraciones en la edificabilidad, parcelaciones ni agregaciones en la zona afectada sin la previa autorización de la Comisión de Patrimonio Cultural. -Artículo 46-. Llámese entorno, según la administración, o bien feudo como me gusta decir a mí, a una zona en la que una modificación de la misma pueda afectar a los valores propios del monumento o a su contemplación. -Artículo 15-.

Y para hacer honor a lo de feudo, hace unos meses las religiosas denunciaron una edificación de una casa de campo, y recíprocamente recibieron una denuncia sobre un tendido eléctrico en ejecución y que atiende exclusivamente a fines e intereses particulares y que partiendo de Sijena, cruza el río Alcanadre en dirección a la Sierra.

Para terminar, la palabra mágica para completar este feudalismo encubierto del Siglo XXI, «expropiación», tal y como se cita en el Artículo 39: «La declaración de Bien de Interés Cultural será causa de interés social, a efectos de expropiación forzosa por la Administración de la Comunidad Autónoma de todos los bienes afectados incluido su entorno».

Roguemos al cielo, suponiendo que no haya sido también expropiado o esté en traspaso, que el Gobierno de Aragón no acierte nunca un pleno al quince y que no se le crucen los cables a nadie, porque de ser así, aquellos primeros 36 pobladores del pueblo de Villanueva, sin duda se sentirían muy indignados viendo como perdían lo que durante tantos años habían sembrado.

  • FOTOS:
  • LORDÁN, M.A.
  • PUBLICACIÓN:
  • LORDÁN, M.A. Sijena: El feudo del siglo XXI. (2001, 21 de julio). Diario del AltoAragón. Opinión. Tribuna Altoaragonesa, pp. 18.
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